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Actividad agrícola afecta aguas del lago de Tota
5 noviembre, 2014

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La siembra tradicional de productos como cebolla larga y el vertimiento de aguas residuales domésticas representan un riesgo potencial de contaminación para este cuerpo de agua natural ubicado en Boyacá, el segundo más importante del país.

 

Solo los sembradíos de dicha hortaliza cubren más del 95 % del área plana cultivable de la cuenca del lago de Tota, en la zona de Aquitania. Allí se encuentran 5.239 predios en los que se cultiva este producto, con una cosecha anual aproximada de 180.000 toneladas.

 

A pesar de que la siembra de cebolla larga (Allium fistulosum) se considera como monocultivo de la región, también se desarrollan otras actividades ganaderas y agrícolas, como la plantación de papa, haba, arveja y maíz.

 

“En estos cultivos anualmente se aplican a los suelos cerca de 430 toneladas de plaguicidas y 63.450 de gallinaza, sin control alguno sobre la dosificación y la frecuencia de aplicación. Esto representa un riesgo potencial de contaminación para las aguas del lago”, afirma María José Martínez, profesora asociada del Departamento de Química de la U.N.

 

Según la experta, la utilización de la gallinaza como fuente de fertilización y su aplicación superficial alrededor de la planta ha llevado a considerar a algunos investigadores que esta práctica resulta contraproducente, desde el punto de vista ambiental.

 

A esto hay que añadir el vertimiento de aguas residuales domésticas del municipio de Aquitania que llegan directamente al lago.

 

Todo esto ha conllevado a la eutrofización (enriquecimiento en nutrientes de las aguas), principal causa de deterioro de la calidad del agua, que puede restringir su uso para pesca, recreación, industria y consumo.

 

La investigadora explica que un río, un lago o un embalse sufren este fenómeno cuando sus aguas se enriquecen en nutrientes. Aunque esto podría parecer positivo a primera vista, el problema está en que si hay exceso de nutrientes, crecen en abundancia las plantas y otros organismos. Así, cuando estos mueren, se pudren y llenan el agua de malos olores, dándole un aspecto nauseabundo, lo que disminuye drásticamente su calidad.

 

“Se trata de un proceso que puede ser irreversible y que se presenta en ecosistemas acuáticos como respuesta al enriquecimiento de ciertos nutrientes, llevando al perjuicio de la calidad del agua por el incremento abundante de las comunidades de fitoplancton”, agrega la profesora Martínez.

 

Con base en los resultados obtenidos, principalmente en los niveles de nitratos encontrados, se concluyó que la actividad agrícola desarrollada en la cuenca del lago incide en el aporte de nutrientes hacia la corriente Las Cintas, que desemboca, a su vez, en el propio lago, representando un potencial riesgo de eutrofización.

 

“Por eso se hace necesario evaluar los requerimientos de fertilización orgánica de estos cultivos, con lo que se lograría evitar la adición excesiva de gallinaza y disminuir el riesgo de contaminación en el lago, el cual se encuentra rodeado por el cultivo de cebolla”, concluye la docente.

 

En esta investigación también participó Johanna Abella, del Departamento de Química de la Universidad Nacional.

 

Fuente: Agencia de noticias Universidad Nacioanal

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