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Campesinos de Bogotá cazan neblina para obtener agua
5 abril, 2016

Cuando muchos bogotanos se disponen a iniciar sus labores diarias, espesos bancos de neblina recorren el cielo de la zona rural del oriente de la ciudad. Entre 4:30 a.m. y 6:30 a.m., densas capas de estas partículas de agua se suspenden sobre las viviendas de los campesinos que habitan la parte baja de la vereda El Verjón, ubicada en los cerros de la localidad de Chapinero, aproximadamente a media hora de la ciudad.

En tiempos en los que las palabras ‘‘agua’’ y ‘‘escasez’’ se escuchan juntas con frecuencia, los campesinos de la vereda, apoyados por la Alcaldía Local de Chapinero, han replicado un modelo de generación del líquido vital, que aunque nació hace casi 30 años, apenas se empieza a aplicar en Colombia. El primer proyecto para capturar agua de la niebla se realizó en Chile, en una apartada zona que enfrentó una fuerte sequía en 1986. Un año más tarde, la región de Chungungo del país austral se hizo mundialmente famosa por el ‘Proyecto Camanchaca’ (trabajo conjunto entre Canadá y Chile), que es el prototipo que hoy se replica en las cuatro captadoras de niebla ubicadas desde hace seis meses en los cerros orientales de Bogotá.

Es un modelo que parece sencillo. Una malla, generalmente de tipo raschel, es sujetada por dos columnas que deben mantenerla lo más tensionada posible. Bajo la red hay una canal en la que se deposita el agua atrapada y que conduce a un tanque que almacena el líquido.

El mecanismo en Colombia se puso a prueba inicialmente en el Valle del Cauca, en 2010. En Bogotá, en agosto de 2015 se iniciaron las proyecciones, estudios y ensayos para instalar un mecanismo similar, debido a la gran cantidad de niebla que cubre las madrugadas capitalinas. Dos meses después se dio inicio a la construcción de un ‘‘atrapaniebla’’ en la finca de Efraín y Susana, dos humildes campesinos de la tercera edad cuya vivienda está ubicada en un predio de 7 hectáreas y que fue seleccionada por el equipo técnico de la Alcaldía Local de Chapinero debido a sus variables atmosféricas en las madrugadas y su ubicación a más de 3.100 metros de altura.

La instalación del entramado, en su momento un plan piloto, tuvo dos dificultades principales. La primera fue la casi nula bibliografía que hay en el país sobre este tipo de proyectos, por lo que fue necesario traer referencias de Chile y Perú. La segunda se presentó al momento de la instalación del sistema, pues tuvo mucho de ensayo y error. Por ejemplo, buena parte de las guayas empleadas para tensar la malla se rompieron y el concreto utilizado para fijar las vigas de madera no secaba debido al tipo de suelo negro de la zona, muy apto para la agricultura, pero no tanto para la construcción.

El sistema tuvo costos que oscilaron entre $1’800.000 y $3’000.000, justamente por los gastos extra debidos al daño y el uso de materiales equivocados. Fue costeado en su totalidad por la Alcaldía de Chapinero y a su alrededor se sembraron varias especies de vegetación nativa, ya ausentes en la zona por cuenta de la sequía de diciembre y enero.

El alcalde local de Chapinero, Mauricio Jaramillo Cabrera, asegura que entidades como la Universidad Antonio Nariño o la Fundación Wii han pedido documentar el proceso, que es el más grande de Colombia hasta el momento, con el fin de conocer los costos, materiales y tiempos de implementación para replicarlo.

¿Cómo funciona?

Un tanque de 500 litros de capacidad, con el 80 % de un agua completamente apta para el consumo humano, se encuentra en la parte alta de la casa de Efraín y Susana, a unos cien pasos de su morada. Pocos centímetros más arriba se encuentra el sistema de captación, compuesto por dos vigas de madera de aproximadamente 5 metros, una malla raschel de 50 metros con 60 % de porosidad y una canal de 4 pulgadas.

Efraín cuenta, mientras prepara su desayuno y alista la comida de las gallinas, que a eso de las 5:30 a.m. un denso manto de niebla se posa sobre su vivienda, que a esa hora no tiene una temperatura mayor a los 5 grados. Los vientos arrastran el estratocúmulo hasta que lo hacen chocar con el entramado encargado de atrapar las partículas, que al condensarse bajan hasta la canal en forma de gotas. El sistema conductor está ligeramente inclinado para que el agua corra hasta el tanque y no se desborde. De allí sale un nuevo sistema conductor de agua, dispuesto de manera subterránea, que llega hasta un grifo situado en el patio del hogar. El agua obtenida es usada por la pareja para todo. Riegan sus plantaciones, dan de beber a las gallinas y, lo más importante, consumen el líquido.

Los obstáculos

Efraín y Susana viven felices, alejados de las preocupaciones citadinas. El sistema de captación de agua redujo sus necesidades. Pero no todo es color de rosa. El mecanismo es aún rudimentario, por lo que no cuenta con sistemas de mediciones que cuantifiquen el agua que recogen a diario o el comportamiento del método a determinadas horas del día.

De igual forma, lo elemental de su construcción contrasta con la complejidad de su instalación y la recolección del líquido. Los sistemas de captación de agua deben estar en lugares con condiciones atmosféricas específicas en cuanto a vientos, nubosidad y precipitaciones. La recolección, por su parte, es de algunos mililitros al día.

La temperatura constituye el otro gran inconveniente del sistema, pues en algunas tardes la temperatura llega a ser hasta de 24 grados, haciendo que pequeñas cantidades se evaporen, aún estando en el tanque de almacenamiento.

Evidentemente, este sistema no solucionará la demanda de agua de todo un municipio ni de una vereda. Sin embargo, en un hogar como el de Efraín y Susana resuelve parte del problema de desabastecimiento que siempre han tenido y los beneficia porque hoy tienen que comprar menos agua que antes.

Como la zona carece de un sistema de acueducto y los nacimientos de agua en los que la pareja recogía algo del líquido están secos, evaluar la implementación de este método a gran escala en los lugares aptos para su instalación podría solucionar el desabastecimiento de agua en Cundinamarca, departamento que a inicios de 2016 tenía el 36 % de sus municipios con escasez.

 

Fuente: El Espectador

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