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Charcas artificiales para salvar a los anfibios con sencillos materiales
2 abril, 2014

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Sencillos materiales de bajo costo como material geotextil, plásticos o palas son algunos de los instrumentos necesarios para la construcción de charcas artificiales, pequeños ecosistemas acuáticos esenciales para la conservación de especies de gran interés como los anfibios.
La intensificación de la agricultura o la urbanización han incidido de manera negativa en los anfibios que han sido testigos de la desaparición de numerosas charcas naturales consideradas «hábitats prioritarios» en la Unión Europea, ha explicado a EFE la investigadora de Biología de la Universidad Rey Juan Carlos(URJC), Laura Rodríguez.
«Actualmente han desaparecido alrededor de un 50 por ciento de las charcas en extensas áreas de Europa occidental», por eso la construcción de charcas artificiales en puntos estratégicos es una opción realista para la conservación de los anfibios.
A este respecto, la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) indica que más del 30 por ciento de todas las especies de anfibios figuran en la lista como «amenazadas».
Las charcas artificiales son parte de un proyecto que partió de una idea del catedrático de Ecología de la Universidad de Alcalá de Henares, José María Rey, y está financiado por la Fundación Internacional para la Recuperación de los Ecosistemas (FIRE) y la Fundación Biodiversidad (Ministerio de Medio Ambiente).
Los terrenos elegidos en la península para desarrollar el proyecto se localizan en Ciudad Real, Toledo y Madrid.
Las charcas aportan grandes beneficios al medioambiente: en apenas 10 metros cuadrados generan biodiversidad, confieren heterogeneidad al paisaje y no necesitan de un seguimiento exhaustivo (una vez al mes en los meses de lluvia).
Para su construcción, el diámetro puede variar entre los 9 y 25 metros cuadrados y los 65 centímetros de profundidad máxima, lo primero es elegir una zona estratégica cercana a puntos de agua que aseguren el hábitat para la reproducción de la flora y fauna acuática como aves, anfibios, libélulas, escribanos de agua y otras especies asociadas a estas.
La investigadora ha explicado que es prioritario tener en cuenta las distancias a las que los anfibios pueden dispersase con el fin de crear metapoblaciones ente las charcas y así ampliar la distribución de estas especies sin llegar a ser una invasión.
El sapo común (Bufo spinosus), por ejemplo, tiene una distancia máxima de migración cercana a los 5.000 metros por lo que para su dispersión la distancia recomendada entre charcas no deber superar los 1.000 metros.
El éxito de estos nuevos medios acuáticos dependerá, entre otras características, de la distancia a otras charcas y de la calidad del medio terrestre que las comunica.
En cuanto a los materiales, no se requieren muchos y el coste de los mismos suele ser económico: una charca de 20 metros de superficie tiene un coste de unos 400 euros.
«Con un desembolso pequeño se puede mejorar la salud de los ecosistemas», ha detallado Rodríguez.
Se precisa de plásticos, material geotextil, excavadora o palas, entre otros utensilios, y en cuanto al coste humano, este suele ser menor, sólo un trabajador para la construcción del vaso y a veces hasta esa figura es prescindible por estar realizado por voluntarios ambientales.
Sobre la charca se deposita lodo y troncos de madera de otras charcas en el que haya semillas e invertebrados para favorecer la regeneración; asimismo es conveniente que el vaso de la charca tenga alguno de sus lados planos con pendientes suaves que les permitan entrar y salir sin quedar atrapados.
Lo importante ha señalado la investigadora de la URJC es que en un futuro cercano «la charca se naturalice», cree su propio ecosistema y revierta beneficios a la naturaleza.

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