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Continúa el riesgo por creciente del río en Fusagasugá
7 noviembre, 2014

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Desde hace 22 años, Alférez Beltrán no veía una creciente tan grande de la quebrada Pekín, que está ubicada a sólo dos metros de lo que era su casa, en Fusagasugá. Y aunque recuerda bien la fecha, porque en esa oportunidad el agua casi inunda su vivienda, para él lo que ocurrió el pasado 30 de octubre no tiene precedentes. Las fuertes lluvias, que cayeron desde las 4:00 p.m. hasta las 7:30 p.m., causaron un deslizamiento en el cerro Fusacatán, que provocó una avalancha de lodo y desbordó las quebradas La Parroquia y Los Curros.

 

El desastre natural destruyó su casa y la de otras 11 familias, segó la vida de su madre, María Reyes, y dejó 855 damnificados. Como siempre, la tragedia no dio aviso. Lo único que recuerda Alférez es que escuchó el grito de su mamá y luego vio cómo su casa se venía abajo. El agua los arrastró. Él alcanzó a prenderse de una reja (que fue lo único que quedó en pie) y aunque intentó salvar a su madre de 67 años, el caudal se la llevó. Su cuerpo apareció al día siguiente en el centro del municipio.

 

La avalancha que destruyó la casa de Alférez también sobrepasó los jarillones, arrastrando todo lo que encontró a su paso, como una piedra gigante que tapó el box coulvert, una obra de ingeniería que canaliza la quebrada. “Esto generó que el sistema se colapsara, porque el agua no siguió fluyendo, sino que siguió su cauce por las calles. Por eso el barro llegó hasta la plaza del municipio y la avenida Las Palmas”, afirmó César Giraldo, gerente de la Empresa de Servicios Públicos Domiciliarios de Fusagasugá (Emserfusa).

 

Esta es la primera vez que una avalancha de esta magnitud afecta la población. Lo que más preocupa es que, según la Corporación Autónoma Regional (CAR), el riesgo de un nuevo deslizamiento no está descartado. Por eso, los habitantes están alertas, y más cuando los rastros de barro aún se aprecian en las calles del pueblo, a pesar de que las máquinas de limpieza han trabajado toda la semana. En las calles polvorientas hay trozos de troncos y piedras.

 

A pesar del panorama, Carlos Daza, alcalde de Fusagasugá, aseguró que la emergencia está controlada. Sin embargo, aún falta pensar en lo que vendrá para las 192 familias perjudicadas por este golpe inesperado de la naturaleza. “Por ahora tenemos planeado darles un subsidio de arrendamiento de $250.000 mensuales por tres meses a las personas que perdieron su casa. Junto con la CAR también estamos haciendo la limpieza manual de la ronda y el canal de la quebrada, porque si dejamos los residuos y vuelve a llover, podría generarse un represamiento igual o peor que el anterior”, aseguró Daza.

 

Pero la limpieza de la ronda del afluente es apenas una medida inicial. Tras la avalancha se vio la necesidad de adelantar un estudio de modelación y retorno de caudales con la CAR, para evitar en el futuro otra tragedia y confirmar si esta zona es o no de alto riesgo. “Eso nos muestra el comportamiento de esta fuente hídrica en períodos de 20, 50 o 100 años. Es probable que esto haya ocurrido antes. A eso se llama períodos de retorno”, añadió el gerente de Emserfusa.

 

– Futuro incierto

 

Mientras Alférez Beltrán recorría lo que fue su casa, que hoy no es más que piedras y palos, manifestó su preocupación sobre las medidas que anunció la administración, pues a pesar de contar con la ayuda de $750.000 para pagar tres meses de arriendo, dice que su futuro es incierto. Él y varias familias lo perdieron todo, por eso dice que “ese dinero no alcanza para nada”.

 

María Olga Penagos, vecina de Alférez, está de acuerdo con que es poca la ayuda. Su casa quedó sin patio y sin el cuarto de sus sobrinos luego de que un árbol le cayera encima. Tras el impacto, las paredes están tan débiles que parecen de cartón. “Yo sé que ya nos dijeron que nos fuéramos, pero así me tocará vivir, porque yo no me voy a ir de acá hasta que me den una vivienda. Me tocará dormir con un ojo abierto y otro cerrado, y rezar para que esto no vuelva a pasar”, agregó.

 

Ante la preocupación de los damnificados por lo que consideran una ayuda mínima para familias que lo perdieron todo, el alcalde Daza señaló que por ahora la prioridad es salir del estado de emergencia y que luego se concentrarán en buscar soluciones definitivas.

 

Tanto Alférez como María Olga creen que, aunque los desastres naturales no se pueden predecir, sí es responsabilidad de las alcaldías y de las gobernaciones alertar a las familias que viven en las zonas aledañas a las fuentes hídricas para que evacuen cuando hay riesgo o les informen qué hacer en caso de emergencia. En casi 28 años que Alférez vivió en el barrio Pekín II, a orillas del río, jamás recibieron alguna orientación. “Tuvo que ocurrir una tragedia para que vinieran”, indicó.

 

Ahí radica el gran problema, según la CAR: no deben existir construcciones a por lo menos 30 metros de las rondas de los ríos y las quebradas. En la mayoría de los municipios de Cundinamarca nunca hubo planeación urbana y muchos habitantes decidieron construir cerca de las fuentes hídricas. Aunque un desprendimiento de tierra es inevitable y se sale de las manos de las autoridades, mitigar el impacto sí es una responsabilidad que se debe asumir, y eso es posible alejando a los ciudadanos de las zonas de alto riesgo.

 

Lo preocupante es que las lluvias no cesan y, según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), “durante las próximas semanas se prevé un incremento de las precipitaciones en amplias zonas del territorio nacional, por el tránsito de un frente frío del hemisferio norte sobre las costas colombianas y el ingreso de humedad desde el hemisferio sur”.

 

Por ahora, las maquinarias siguen removiendo los residuos, que hasta ahora ya alcanzan los 27.000 metros cúbicos. La Gobernación de Cundinamarca, la CAR, el Ministerio del Interior y la Alcaldía evalúan otras zonas aledañas a través de un estudio geológico, pues al parecer el barrio Pekín II no es el único que está en riesgo.

 

A pesar de esto, los damnificados y afectados de esta tragedia siguen en la zona, pues muchos de ellos no piensan dejar sus terrenos. En vista de que la Alcaldía les dijo que por ahora no sabe si serán reubicados, ellos prefieren quedarse allí, aun cuando la CAR afirmó que “es imperativo el desalojo de las personas asentadas dentro de las franjas de riesgo”. Pero para los vecinos “es mejor tener unos palos con piedras que nada”.

 

Fuente: El Espectador

 

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