NOTICIAS
Niños y exfurtivos luchan por salvar la cotorra margariteña, el loro «pirata»
10 enero, 2014

 

5840561w

 

La cotorra margariteña, el loro que tradicionalmente lucían los piratas sobre el hombro, puede aumentar su población en su Venezuela natal, drásticamente reducida por los furtivos, gracias a la implicación de los niños del lugar y de jóvenes que han abandonado la caza para salvar a la especie.

El proyecto de recuperación de la cotorra margariteña (Amazona barbadensis) lo promueven la española Loro Parque Fundación y la organización no gubernamental venezolana Provita, que en 2013 han obtenido el resultado más exitoso de su colaboración, con 77 pichones nacidos de este loro de tamaño mediano frente a los 30 o 40 que cabía esperar.

Los datos los proporciona el director de Loro Parque Fundación, David Waugh, quien explica en una entrevista a Efe que esta cotorra habita principalmente en la venezolana isla Margarita, de la que toma su nombre, así como en la cercana isla de La Blanquilla y en la de Bonaire, que depende de los Países Bajos y en muy pocos sitios en Venezuela continental.
Este ave vive cerca del nivel del mar en bosques muy secos de zonas semiáridas o áridas, con una vegetación que presenta espinas de gran tamaño para adaptarse a la sequía y como protección frente a los animales que podrían comer sus hojas.

La cotorra margariteña vive en este hábitat extremo y anida en las cavidades grandes que presentan algunos árboles, detalla el biólogo David Waugh, quien precisa que usualmente se ponen cuatro huevos de una puesta y suelen prosperar tres pichones.

Sin embargo esta especie, como muchos otros loros, ha sufrido la presión de los cazadores furtivos que sacan los pichones de los nidos para venderlos en el mercado ilegal de mascotas.

Esta presión ha causado una disminución drástica de la población de cotorras margariteñas y Loro Parque Fundación, propietario de la colección de loros más grande y diversa del mundo, se integró en un proyecto que Provita emprendió hace 24 años para recuperar la población en isla Margarita.

«Se trata de buscar maneras de disminuir la presión de los furtivos y de proteger este bosque seco tan particular, además de cambiar las actitudes y comportamientos de la sociedad en la zona donde viven las cotorras a través de los niños», afirma Waugh.

Por ello, el programa se realiza en cooperación con profesores de todos los colegios de la zona, a los que Provita provee de materiales para que la importancia de estas especies y de su entorno sea tenida en cuenta a la hora de estudiar matemáticas, lenguaje o biología.

Y los niños forman además «brigadas medioambientales» para ayudar a cuidar sus propios viveros de plantas autóctonas y sembrarlas en zonas que han sufrido alguna deforestación.

«Entienden la importancia de su cotorra margariteña, que es su loro, y se les inculca un sentido de orgullo por su propio hábitat», argumenta el director de Loro Parque Fundación.

Sin embargo, admite, con los furtivos «es más difícil», pues debe pasar una generación antes de erradicar este comportamiento y ante la crisis, «la gente busca maneras de vivir».
Pero David Waugh también indica que hay razones para la esperanza, pues el éxito obtenido en 2013 en la supervivencia de los pichones se debe en gran parte al trabajo «duro» de los científicos «y de los parabiólogos» de la zona.

Los parabiológos son gente local, normalmente jóvenes, que anteriormente habían practicado el furtivismo pero «se han reconvertido a la salvación de la especie».

Con la ayuda de los biólogos, han aprendido lo necesario para realizar labores de vigilancia y disminuir el furtivismo, pese a que para ellos la situación es difícil, ya que intentan combatir una costumbre que existe dentro de su propia comunidad.

De hecho, la presión es tan fuerte que los biólogos del proyecto recogían los pichones de los nidos al atardecer y los devolvían al amanecer, de forma que estuviesen en un lugar seguro durante la noche, que es cuando actúan los furtivos.

Sin embargo, hace tres años un grupo de furtivos descubrió el lugar donde pernoctaban los pichones, entraron armados y los robaron.

Ello implica que los «parabiólogos» no sólo pueden sufrir el rechazo de su comunidad, sino también exponerse a situaciones peligrosas, aunque tras este incidente cuentan con el respaldo de la Guardia Nacional y de la policía local de la zona.
Ana Santana.

Fuente: Agencia EFE

NOTICIAS
RELACIONADAS